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En el municipio de Fontellas, a menos de siete kilómetros de Cabanillas, se encuentran las presas del Bocal. Aquí nace el canal Imperial, que riega los campos de la cuenca media del Ebro y abastece de agua a la ciudad de Zaragoza. La obra se remonta al siglo XVI, cuando el rey Carlos I mandó construir una gran acequia para poner en riego las áridas tierras del valle del Ebro a su paso por Navarra y Aragón. La idea inicial pretendía juntar el Ebro con el Jalón en término de Alagón (provincia de Zaragoza) y desde allí llegar hasta la capital aragonesa. Pero aquel proyecto se quedó a medias, y la acequia Imperial -como se llamó aquel primer canal- apenas llegó a regar los términos navarros de Ribaforada, Buñuel y Cortes, extendiendo débilmente sus aguas hasta la localidad maña de Garrapinillos.

A pesar del recorte del proyecto, aquella fue ya una obra digna de admiración. Los principales elementos de aquel complejo hidrológico fueron la presa vieja y el palacio de Carlos V, que tienen ya 500 años, y son hoy la parte más antigua del recinto. Por debajo de este palacio reformado en el siglo XIX cruzaban antiguamente las aguas que iban desde el Ebro hasta la Acequia Imperial. Posteriormente, las compuertas del Bocal del Rey- como se llamó originariamente el palacio- fueron cerradas, y en su lugar se planteó el jardín que adorna hoy esta construcción señorial de estilo navarro aragonés.

Dos siglos después de construirse el primer Bocal, Ramón Pignatelli, canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de Zaragoza, retomó el viejo proyecto de llevar el agua hasta la capital aragonesa, y con el aval del rey Carlos III, logró culminar la obra soñada.

Para ello, se construyeron un poco más arriba una nueva presa y una enorme casa de compuertas, capaces de impulsar el agua por el canal hasta más abajo de Zaragoza.

En total, el canal imperial tiene un recorrido de 108 kilómetros, que van desde el Bocal del Ebro en Fontellas hasta el barranco de Zaragoza, situado entre los términos de El Burgo y Fuentes de Ebro.

Concluido en 1790, el canal imperial proporcionó agua de abastecimiento industrial y urbano a los pueblos de la cuenca media del Ebro, propiciando además el desarrollo de la zona gracias a la introducción de nuevos cultivos. Uno de los principales servicios del canal imperial fue y sigue siendo el abastecimiento de agua potable a la ciudad de Zaragoza. A su llegada a la capital aragonesa, el cauce se encontraba con las esclusas de San Carlos y con el Molino de la Casa Blanca, que dio lugar al barrio del mismo nombre. Cerca de este último mandó construir Pignatelli la llamada «fuente de los Incrédulos», desde la que se hizo correr el agua a finales del XVIII por las calles para demostrar la culminación del proyecto.

Hasta hace pocos años, la mayor parte del personal encargado del mantenimiento del Canal Imperial residía en el barrio del Bocal, que ha sido siempre el centro neurálgico de esta gran obra de ingeniería inspirada en el Renacimiento y la Ilustración.

Físicamente, este barrio es una península en forma de hoz, rodeada de agua por todas las partes menos por una. Aunque pertenece administrativamente al municipio de Fontellas, todo lo que hay (instalaciones y viviendas) es propiedad de la Confederación Hidrográfica del Ebro.

Además del palacio de Carlos V y de la casa de Compuertas con sus respectivas presas, el barrio del Bocal comprende también los jardines, y el poblado donde residían los trabajadores. En este último -fraccionado hoy en tres zonas (compuertas, capilla y poblado)-, se encuentran las oficinas de la Confederación y las viviendas de los empleados. Antiguamente, había aquí también escuelas, frontón y una posada, donde se alojaban las personas que venían de paso.

La posada del Bocal fue antiguamente punto de partida o de destino de los viajeros que utilizaban el canal imperial para ir a Zaragoza, o a los distintos pueblos del trayecto. Y es que, además de proporcionar agua de riego o de boca, el canal fue también un importante medio de comunicación entre los pueblos de Aragón y Navarra.

Se  transportaba remolacha, trigo, cemento y grava, a través del canal, Sin embargo, el transporte regular de personas se acabó mucho antes, cuando empezaron a existir trenes y autobuses que cubrían aquel servicio.

Hoy, con la competencia de otros lugares públicos más comerciales, el Bocal ha quedado reducido a un lugar de pesca, o de visita ocasional de familias de la zona o de grupos de nostálgicos, que conocen de verdad lo que ha sido este lugar.

Pero es un lugar para ir a visitar, cuenta con zonas verdes y zonas para ir a comer o merendar, ideal para pasar el día con niños. Además cuenta con un laberinto, en el cual se pasan ratos muy divertidos.